CICLO DE CONFERENCIAS: Salud Integral

PONENTE:  Pedro Fernández de Larrinoa

FECHA: 14 de enero de 2025

HORA: 11.30 hrs.

LUGAR: SALA GÁRATE (UNIVERSIDAD DE DEUSTO – BILBAO)

TÍTULO CHARLA: Más vale prevenir… no solo a nivel biológico

RESUMEN: La aceleración o ralentización del declive a lo largo del ciclo vital depende del máximo de desarrollo alcanzado (en la edad adulta) así como de los factores relacionados con los hábitos comportamentales (ejercicio físico regular, alimen­tación, no fumar, consumo moderado de alcohol), el nivel de educación, la profesión, las actividades intelectuales y culturales, los modos de afronta­miento de las situaciones difíciles, las redes sociales y el nivel de partici­pación social, etc.

La literatura científica no ignora los concomitan­tes de la edad -el deterioro de los sistemas biológicos, el incremento en la frecuencia de enfermedades, el declive o deterioro cognitivo-, como tampoco se desatiende el hecho de que en la vejez sean muy frecuentes acontecimientos negativos como la pérdida de posición social, de familiares y amigos. Esta misma literatura nos indica también que nunca es tarde para optimizar el desarrollo humano y/o compensar ciertos déficits. Los datos muestran que a lo largo de la vida, durante el proceso de envejecimiento, si bien se producen algunos declives y carencias en ciertas condi­ciones físicas, psicológicas y sociales, dada la gran plasticidad de la natura­leza humana es posible la compensación de gran parte de esos declives. Además, que durante la vejez también ocurran cambios positivos.

La plasticidad es, de hecho, el principio que se expresa en la capacidad de cambio, según los cuales la mayor parte de las condiciones que declinan a lo largo del ciclo vital son modificables por medio de intervenciones. Todas las condiciones psicológicas y comportamentales que describen el envejecimiento exitoso pueden optimizarse, com­pensarse y entrenarse.

Pero todo ello no ocurre al azar, sino que es el ser huma­no el que es agente involucrado e implicado en su propia trayectoria, en interacción con un mundo también acti­vo, a través de un proceso continuo y dinámico. La implicación del individuo como agente en su proceso de envejeci­miento es decisiva para el aprovechamiento de los oportunidades exis­tentes.

Nunca es tarde para introducir cambios de conducta que mejoren la forma física, el funcionamiento cognitivo, la auto­rregulación emocional, el sentido de control y la autoeficacia, el afrontamiento al estrés, y la implicación y participación social.