El 7 de octubre tuvo lugar el primer encuentro del Curso de Formación sobre Envejecimiento Activo y Saludable. El profesor emérito Javier Elzo habló sobre el tema de “Envejecer creciendo”. El encuentro comenzó con unas palabras de la presidenta de la Asociación, Rosa Miren Pagola agradeciendo a los ponentes y a las personas que habían organizado el curso. La representante de la vocalía de Formación, Mª Luisa Amigo, recordó que el curso era un voluntariado cultural de los ponentes, que prestaban sus conocimientos de forma altruista. La Asociación agradece a Javier Elzo su participación y su interesante charla, que como dice al final, debería hacernos pensar. La siguiente charla será el 4 de noviembre y estará a cargo de la profesora Begoña Matellanes con el título «Adultos, mayores y saludables».

RESUMEN DE LA CONFERENCIA

Elzo comenzó diciendo que a las personas mayores les cuesta recibir comentarios críticos y que la actitud de algunas personas de ver la jubilación como un retiro asistido les condena al ostracismo y a la irrelevancia social, aunque algunos se han rebelado al ver esta etapa de este modo. Mencionó algunas lecturas que le han acompañado en su vejez: Cicerón, Salvador Paniker y Sándor Márai, ente otros autores. Citó las palabras de Márai de su libro El último encuentro: “Uno envejece poco a poco, primero envejece su gusto por la vida, por los demás, todo se vuelve tan real, tan conocido, tan terrible y aburridamente repetido…  Eso también es la vejez. Luego envejece tu cuerpo … por partes.  Más tarde, de repente, empieza a envejecer el alma: porque por muy viejo y decrépito que sea ya tu cuerpo, tu alma sigue rebosante de deseos y de recuerdos, busca y se exalta, desea el placer. Cuando se acaba el deseo de placer, ya solo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí que envejece uno, fatal y definitivamente.  Un día te despiertas y te frotas los ojos, y ya no sabes para qué te has despertado.  Lo que el nuevo día te traiga, ya lo conoces de antemano… Ya no puede ocurrirte nada imprevisto: no te sorprende ni lo inesperado, ni lo inusual, ni siquiera lo horrendo, porque ya conoces todas las posibilidades, ya lo tienes todo visto y calculado, ya no esperas nada, ni lo bueno ni lo malo… y esto precisamente es la vejez”.

Recuerda también las palabras de un reconocido profesor de Deusto que a la pregunta de qué le faltaba en su vida de jubilado contestó “que alguien, alguna vez, me pregunte o consulte algo”.

Citó a continuación las palabras de Raimond Panikkar: “La vejez es una devastación. No la senectud, que puede ser sabia. La decrepitud me asusta mucho más que la muerte. Me gustaría morirme yéndome a dormir y no despertando. Eso estaría muy bien. Yo siempre me pregunto qué veo ahora que antes no veía, y algunas cosas las veo más claras. La idea de la vejez como un señor que se sienta en un sillón a contemplar pasar el tiempo no me interesa. Si cada día no descubro algo nuevo, es un día perdido. Si puedo conciliar el afán de novedad, que quiero que me acompañe hasta el final, con una mayor sabiduría, está conseguido”. Cuando pensaba en la juventud, este autor dice que la educación debería fomentar tres cosas: la curiosidad, la fe (no tiene que ser religiosa) y aprender a aprender.

A continuación, destacó estas palabras de Cicerón recogidas en La vejez: “la vejez: todas desean alcanzarla y, una vez que lo han hecho, se quejan de ella. ¡Tan grande es la inconsecuencia y extravagancia de la estupidez humana!” Cicerón sostenía que “permanecen las capacidades en los ancianos si permanecen el interés y la ocupación, y esto no solo en hombres ilustres y que han tenido cargos públicos, sino también en los de vida sencilla y sosegada”. Cicerón, recuerda Elzo, ve la vida como un todo, que va desde la juventud a la ancianidad, puesto que una vida de honestidad recoge los frutos en la vejez. Cicerón, indica Elzo, creía en la inmortalidad del alma y señalaba que no le importaba equivocarse ni que los filósofos muertos se riesen de él.

Entre las reflexiones para envejecer creciendo hoy en día, Elzo menciona los cambios drásticos del mundo occidental debido a la globalización y mundialización de los problemas; la evolución de la pirámide de edades; las profundas innovaciones tecnológicas, biológicas, genéticas, etc.; la crisis de sentido en la vida, la inserción social de la mujer, las dos grandes crisis del siglo XX con el aumento de las desigualdades y un largo etcétera. Según él, se deben priorizar las siguientes líneas de fuerza para los mayores:

Primero, se debe revisar la compartimentalización entre la sociedad productiva y la sociedad asistida. Tendría que haber periodos de trabajo remunerado, de trabajo no remunerado, de estudio y de descanso.  Debería abrirse la franja de trabajo productivo, y así la familia de tres generaciones podría ser una realidad no gravosa. La opinión generalizada de que los ancianos han perdido peso en la sociedad actual es debido a que han salido del mercado y trabajo productivo y que entienden la jubilación como retiro. No tienen el saber instrumental tecnológico y digital en una sociedad cada día menos experiencial y más adquirida.

Segundo, Elzo comenta que Mª Teresa Bazo, socióloga y estudiosa de la vejez, en su artículo “Aportaciones de las personas mayores a la sociedad”, menciona que “Las personas mayores son percibidas más como receptoras de ayuda, cuidados y apoyo económico que como cuidadoras de otras personas y donantes de su tiempo, energía, conocimientos, apoyo afectivo, material y económico a la familia y la sociedad. Cuando se piensa en las personas ancianas se las imagina como necesitadas de cuidados- en mayor o menor grado- por su supuesta dependencia y fragilidad. Eso es cierto, continúa Bazo, para una proporción que en el grado máximo de dependencia no suele exceder el 10-15 por ciento, pero no para todas, y muchas de ellas no experimentarán nunca tales necesidades, al menos en grado medio o alto”, y aporta bibliografía como apoyatura a su afirmación. Elzo añade que es preciso acabar con la imagen unilateral y reductora de una persona asistida y como sujeto de derechos sin deberes o responsabilidades. Hay que ir más allá del derecho que habiendo trabajado toda su vida, la persona mayor tiene que ser asistida por la sociedad y por la familia. Habría que ver la situación no como jubilación/guillotina, recalca Elzo, sino como otra forma de vivir la vida, con un ritmo más pausado, con menos coerciones laborales, sin las presiones y desplantes (cuando los haya) de un jefe o superior déspota o simplemente desconsiderado con la labor ejercida. La vida debería ser vista como un continuo, con distintas etapas, pero no como departamentos estancos sin continuidad, puesto que el envejecimiento es parte de la condición humana y aprender a envejecer es una de las asignaturas más importantes.

Tercero, Elzo subraya que hay que dar un cambio radical a todas las políticas y prácticas sectoriales que privilegian los particularismos de cada franja de edad sobre la continuidad y complementariedad de las edades de la vida humana. Los mayores y los jóvenes no comparten espacio, debido a la desaparición de la familia de tres generaciones. Los mayores se encuentran solos, en búsqueda de cariño y atención en una sociedad que opta por medidas sociales sustitutorias a la familia.

Elzo considera que hay que fomentar espacios y políticas de encuentro entre las generaciones y no fomentar las casas de juventud u hogares de jubilados, sino los centros cívicos, culturales y recreativos en los que convivan todas las generaciones. Considera que refuerzan la exclusión las ayudas por razón de edad, puesto que hace que los colectivos favorecidos se acomoden, se hagan más dependientes y menos sujetos de responsabilidades.

Cuarto, los mayores son un grupo inserto en la sociedad y no aparte. El Estado de Bienestar, recuerda Elzo, es la imagen de marca de Europa. Un ejemplo claro de esto sería la de una pensión justa y  un descanso (jubilación) en un momento de la vida, pero sin dejar de lado que debería haber flexibilidad y acomodación a las circunstancias de cada sujeto. No hay que olvidar que la jubilación es una conquista social, pero con limitaciones. Dichas limitaciones están casi todas centradas en las mujeres, sobre todo las amas de casa.

Quinto, Elzo considera un dispendio social que después de la jubilación la persona no haga nada productivo en la sociedad, sobre todo, cuando en un estudio que ha realizado, muchas personas indicaron su deseo de continuar siendo socialmente útiles.

Sexto, Enrique Arriola, amigo de Elzo y reputado geriatra, piensa que cuando se muere una persona mayor no sólo se muere toda su experiencia, cercanía y cariño, sino también “se pierden sus recuerdos únicos e irrepetibles”.  Le recomendó a Elzo el libro Envejecer con sentido (2018) de Martha Nussbaum y Saul Lesmore, donde estos autores indican las capacidades para vivir una vida plena: los cuidados paliativos como una opción; salud física; integridad física; sensaciones, imaginación y pensamiento; emociones, es decir, sentir apego por otras personas y cosas; razón práctica; vinculación con y hacia los demás; atender y vivir con otras especies; poder reír, jugar y disfrutar y finalmente, control sobre el propio entorno tanto en lo político como en lo material.

Séptimo, una persona anciana tiene derechos y obligaciones o responsabilidades inherentes a toda persona. Es así como haremos una sociedad cohesionada y no enfrentada, una sociedad en la que lo genérico, la condición de persona humana, sea prioritario sobre lo particular, su circunstancia. Una sociedad en la que la condición de persona sea lo substantivo en las personas mayores y su condición de persona mayor lo adjetivo. Solamente así podremos hablar de “envejecer creciendo”, recalca Elzo.

Elzo cierra su charla con unas reflexiones del papa Francisco y con un apunte de Jürgen Habermas. El papa Francisco recuerda que no hay edad para retirarse de la tarea de anunciar el Evangelio. Los abuelos suelen transmitir la fe y las opciones sociales y políticas de fondo a sus nietos, sobre todo en la era de la secularización. Los tres pilares de la acción de los abuelos y abuelas son los sueños, la memoria y la oración. La última cita de Elzo es de Habermas: “la esperanza perdida de la resurrección se siente a menudo como un gran vacío”. Unas palabras que según Elzo deberían hacernos pensar.